Es en la Iglesia del Señor Jesús que crecemos cada día y recibimos, por obra del Espíritu Santo, coraje, energía y un conocimiento mayor de Dios. A medida que nos alimentamos de la Palabra, nuestra fe aumenta hasta hacerse inquebrantable.
Cuando eso sucede, el mundo puede desmoronarse a nuestro alrededor que nuestra confianza en el Señor no se altera. Los problemas, por mayores que parezcan, podemos compararlos a nubes negras, que vienen por algún tiempo. Sin embargo, sabemos que luego desaparecen. Cuando las personas no tienen ese discernimiento sobre la importancia de la iglesia, se desesperan cuando pasan por dificultades.
Debemos tener en mente que, si estuviéramos lejos de Dios, estaremos cerca de satanás. Cada iglesia, en particular, representa un pedazo del Reino de Dios. Al oír la Palabra, nuestra alma y nuestra fe se renuevan. Sentimos fuerza, coraje y percibimos que, a pesar de los problemas, no todo está perdido.
La batalla que enfrentamos cada día se vuelve pequeña porque pasamos a tener el poder del Espíritu Santo. Muchas personas se separan del cuerpo de Cristo y tienden a seguirlo a su manera, diciendo que no precisan ir a la iglesia, que pueden seguir a Cristo en casa. Ahora bien, nadie está obligado a congregarse en la iglesia ni a servir al Señor Jesús, pues Dios jamás nos obliga a hacer alguna cosa. Nos dio libre albedrío.
Sin embargo, cuando surgen los problemas en la familia, en el trabajo o en cualquier lugar, ¿de dónde sacamos las fuerzas para vencerlos? Vivimos en un mundo repleto de problemas. Tenemos que revestirnos de la armadura de Dios para vencerlos. Cuando estamos lejos de la familia de Dios, resulta difícil mantener una vida santificada. Es como si fuéramos lirios en el charco. El propósito mayor de la Iglesia es hacer que todos nosotros lleguemos a la unidad de la fe y al pleno conocimiento del Hijo de Dios, para que estemos unidos en un solo pensamiento, en una sola creencia, en un solo Señor.
Dios los bendiga a todos
Debemos tener en mente que, si estuviéramos lejos de Dios, estaremos cerca de satanás. Cada iglesia, en particular, representa un pedazo del Reino de Dios. Al oír la Palabra, nuestra alma y nuestra fe se renuevan. Sentimos fuerza, coraje y percibimos que, a pesar de los problemas, no todo está perdido.
La batalla que enfrentamos cada día se vuelve pequeña porque pasamos a tener el poder del Espíritu Santo. Muchas personas se separan del cuerpo de Cristo y tienden a seguirlo a su manera, diciendo que no precisan ir a la iglesia, que pueden seguir a Cristo en casa. Ahora bien, nadie está obligado a congregarse en la iglesia ni a servir al Señor Jesús, pues Dios jamás nos obliga a hacer alguna cosa. Nos dio libre albedrío.
Sin embargo, cuando surgen los problemas en la familia, en el trabajo o en cualquier lugar, ¿de dónde sacamos las fuerzas para vencerlos? Vivimos en un mundo repleto de problemas. Tenemos que revestirnos de la armadura de Dios para vencerlos. Cuando estamos lejos de la familia de Dios, resulta difícil mantener una vida santificada. Es como si fuéramos lirios en el charco. El propósito mayor de la Iglesia es hacer que todos nosotros lleguemos a la unidad de la fe y al pleno conocimiento del Hijo de Dios, para que estemos unidos en un solo pensamiento, en una sola creencia, en un solo Señor.
Dios los bendiga a todos